martes, 29 de abril de 2014

TEOLOGÍA DE LA PROSPERIDAD







La teología de la prosperidad: un abordaje

crítico desde la perspectiva bíblica

Alberto F. Roldán*

Introducción

En las últimas décadas se instaló en el ámbito de muchas iglesias evangélicas, predominantemente pentecostales y neopentecostales, un discurso que se conoce como “evangelio de la prosperidad” y “teología de la prosperidad.” Títulos como Una vida recompensada por Dios, Haciendo negocios a la manera de Dios, Haz que tu dinero cuente y El camino de la prosperidad, son algunos de los ejemplos de ese tipo de evangelio o de teología. Es oportuno encarar una breve crítica desde la perspectiva bíblica. La pregunta clave con la que encaramos la misma es: ¿cuáles son los principales problemas que tal discurso encara a la luz del mensaje de la Biblia? Creemos que fundamentalmente ese discurso afecta seriamente lo que entendemos, desde la revelación, sobre Dios, Cristo y la Iglesia.  Por tal razón, no hemos de exponer lo que dice “el evangelio” o la “teología de la prosperidad” que el lector puede conocer mediante discursos impresos o en programas radiales o televisivos, sino que nuestra intención es contrastar tal discurso a la luz del testimonio bíblico sobre Dios, Cristo y la Iglesia.

¿Qué nos dice la Biblia sobre Dios? Se trata de una pregunta demasiado comprehensiva para responder en el espacio de que disponemos. 

Pero algunas afirmaciones bíblicas son claras respecto al carácter del Dios de Israel y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Recurrentemente Israel es enseñado de que “Dios grande, poderoso y temible, (que) no hace acepción de personas” (Dt. 19.17 RV 1999). 

En el libro de Job leemos que Dios “no hace diferencia entre príncipes ni respeto más al rico que al pobre” (Job 34.19). En el Nuevo Testamento se mantiene ese concepto. Por ejemplo, cuando Pedro llega a la casa del gentil Cornelio para darle el evangelio, dice: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que lo teme y hace justicia.” (Hch. 10.34). 

En la carta a los Romanos, Pablo afirma lo mismo al argumentar: “gloria, honra y paz a todo el que hace lo bueno: al judío en primer lugar y también al griego, porque para Dios no hay acepción de personas.” (Ro. 2.10, 11). Ese carácter de un Dios que no hace acepción de personas es el mismo que los cristianos deben tomar como modelo en la Iglesia y la sociedad. 


Santiago lo dice claramente cuando amonesta en contra de la parcialidad de quienes en las congregaciones dan prioridad al que es rico diciéndole: “’Siéntate tú aquí, en buen lugar’, y decís al pobre: ‘Quédate tú allí de pie’, o ‘Siéntate aquí en el suelo’, ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” (Stg. 2.3-4). Con mayor energía y, utilizando preguntas retóricas, continúa Santiago:

“Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que lo aman? Pero vosotros habéis enfrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos y no son ellos mismos los que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros? (Stg. 2.5-7). La sentencia final es demoledora: “si hacéis acepción de personas, cometéis pecado y quedáis convictos por la ley como transgresores” (v. 9). 

La deducción es muy simple: si en las iglesias se privilegian a los ricos por encima de los pobres, si a los primeros se los pondera y ubica en los lugares más destacados mientras a los pobres se los relega, esas actitudes, lisa y llanamente, significan “pecado” y actuar en contra de la ley de Dios. De paso, notemos que Santiago afirma sin ambages que los ricos “oprimen a los pobres”. No se necesita recurrir a ideologías modernas como el socialismo –en cualquiera de sus variantes- para saber que los ricos oprimen a los pobres. Esa realidad ya está patentizada en profetas como Amós, Miqueas y, como hemos visto, también en Santiago. Se trata de una constante en la historia de la humanidad.

Pero hay otro concepto sobre Dios que también es digno de notarse: Aunque Dios no hace acepción de personas, siempre de alguna manera opta por los más débiles. La vida nos pone frente a opciones. La historia no es algo lineal sino más bien dialéctica. Y hay momentos en los que hay que optar. A Dios, de alguna manera le pasa lo mismo. Por eso es que, si bien ama a todos, a la hora de hacer opciones frente a alternativas, hay grupos humanos a los cuales privilegia para que reciban atención esmerada. 

Podríamos decir que si bien Dios no hace acepción de personas, los seres humanos sí lo hacen y esto obliga a la intervención divina para “nivelar” situaciones. Por eso, Dios enseña a su pueblo que debe privilegiar a cuatro grupos: pobres, viudas, huérfanos y extranjeros (Dt. 10.18; 24.17; Sal. 68.5; Is. 1.17; Stg. 1.27). Todos ellos, de alguna manera, son víctimas de discriminación y desprecio y por eso el pueblo, siguiendo el modelo de Dios debe asistirlos, cuidarlos y ayudarlos. Como expresa el filósofo judío Emmanuel Levinas: “La justicia tributada al otro, a mi prójimo, me brinda una insuperable cercanía a Dios. Cercanía tan íntima como la plegaria y la liturgia, las cuales nada son sin la justicia.”[1]


¿Qué nos dice el Nuevo Testamento sobre Jesús, su mensaje y su praxis respecto a los pobres? Una lectura honesta de los evangelios muestra a Jesús de Nazaret en clara oposición a los ricos y las riquezas mientras se pronuncia a favor de los pobres. Afirma: “difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos” (Mt. 19.23). Pronuncia una lamentación al decir: “¡Hay de vosotros, ricos, porque ya tenéis vuestra recompensa!” (Lc. 6.24). Desafía al joven rico a dejar sus riquezas, vender todo lo que tiene y darlo a los pobres (Lc. 18.23). Declara: “Bienaventurados vosotros los pobres porque vuestro es el reino de Dios” (Lc. 6.20). 

Por alguna razón que habría que analizar, los evangélicos han privilegiado la versión de Mateo que dice “pobres en espíritu” (Mt. 5.3) en lugar de la versión de Lucas que habla de “pobres” a secas. En todo caso y más allá de los intentos por armonizar ambos testimonios, tendríamos que decir que se trata de pobres económicos y sociales que, además, son pobres en espíritu.  Como hemos señalado en otro lugar, comentando la cristología del teólogo vasco radicado en San Salvador, Jon Sobrino:

Sobrino dice que se trata de grupos o colectividad de pobres en dos sentidos: el primero, pobres económicos y sociales, del griego ptojos (del verbo ptosso = agacharse, encogerse). Señala que de las veinticinco veces que aparece el término, veintidós de ellas se refiere a los afligidos y económicamente desposeídos. El segundo sentido de “pobres” es el aspecto dialéctico. Se trata de los que son “dialécticamente pobres”, es decir, aparecen en oposición a los ricos y opresores.[2]

         O, como lo expresó todavía más rotundamente el teólogo Segundo Galilea: “La teología de la liberación pone en evidencia que no hay ricos aunque haya pobres, sino porque.” ¿Qué diremos de la praxis de Jesús hacia los marginados? Los evangelios están llenos de acciones redentoras de Jesús cuyos destinatarios son pobres, viudas, extranjeros y marginados. Reivindica a quienes la sociedad y los poderosos han marginado y declara que ellos van adelante en el Reino de Dios. Esto le causó muchos problemas por parte del establishment religioso y político, lo cual derivó en su muerte.

         Como dice el autor de Hebreos: “el tiempo me faltaría para hablar” (He. 11.32) de Jesús sanando a la mujer cananea, de su diálogo con la mujer de Samaria (la que ya había tenido cinco maridos) y muchos casos más. Y, por supuesto, me falta tiempo para hablar de la Iglesia. 

      Pero básicamente sería suficiente con decir que si la Iglesia es comunidad su vida interna debe ser comunitaria. No se trata de vivir la vida cristiana en aislamiento y en un enfermizo individualismo donde lo único que interesa es que cada uno prospere sin importarle los demás. 

          El Nuevo Testamento abunda en ejemplos y exhortaciones a la vida comunitaria (Hechos 2.43-47; 4.32-53) y Pablo dice a los efesios: “El que robaba, no robe más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Ef. 4.28). Por supuesto que el mandato de no robar vale para gobernantes y gobernados, en la Argentina,  en la China y en Japón. Implica reemplazar el robo por el trabajo honesto y no para acumular riquezas sino para compartir con quienes tienen verdadera necesidad de ser ayudados. La Iglesia debe ser una comunidad solidaria y no una mera suma de átomos dispersos que “hacen la suya” sin importarles los demás.  

         En suma: ninguna teología se convalida como verdadera desde su popularidad y amplia difusión. La verdad no es una cuestión de mayorías sino de lo que el testimonio bíblico nos dice sobre un tema en particular. 

         En lo que se refiere al discurso de la teología o evangelio de la prosperidad, hemos constatado que el testimonio bíblico sobre Dios, Cristo y la Iglesia están en las antípodas del mismo. El Dios de Israel, que no es otro que el Padre de nuestro Señor Jesucristo, es un Dios que no hace acepción de personas pero que manifiesta cierta “parcialidad” a la hora de actuar para favorecer a pobres, viudas, huérfanos y extranjeros, o sea, a quienes están fuera del acceso a las necesidades básicas. 

        Jesús descartó la posibilidad de servir a Dios y a las riquezas (lit. Mamón, Mt. 5.24)  y se pronunció en contra de los ricos opresores y a favor de los pobres, de quienes –afirmó- es el Reino de Dios. La Iglesia, cuerpo de Cristo, debe seguir las mismas pisadas del Maestro que vivió “haciendo bienes” (Hch. 10.38), ayudando a los pobres y reivindicando a los marginados. Ninguna teología que privilegie el individualismo a ultranza y sea heredera de un neoliberalismo que exalta el bienestar económico particular en detrimento del bienestar de la sociedad como un todo, puede ser legitimada a la luz de los conceptos bíblicos sobre Dios, Cristo y la Iglesia. 

         El ya citado Levinas dice: “Moisés y los profetas no se preocupan por la inmortalidad del alma, sino por el pobre, por la viuda, por el huérfano y por el extranjero.”[3] El Dios de Israel contrasta la acumulación de bienes materiales con el conocimiento de Dios: “¿Acaso eres rey sólo para acaparar mucho cedro? Tu padre no sólo comía y bebía, sino que practicaba el derecho y la justicia, y por eso le fue bien. Defendía la causa del pobre y del necesitado, y por eso le fue bien. ¿Acaso no es esto conocerme? –afirma el SEÑOR.” (Jer. 22.15-16 NVI). No es la acumulación de riquezas materiales lo que certifica nuestro conocimiento de Dios sino la práctica de la justicia en un mundo cada vez más individualista e insolidario.

Autor: Alberto F. Roldán es argentino.
Doctor en teología por el Instituto Universitario Isedet.
Máster en ciencias sociales (filosofía política) por la Universidad Nacional de Quilmes. Máster en educación por la Universidad del Salvador.
Es autor de más de 20 libros, con traducciones al portugués e inglés.

Director de Teología y cultura (www.teologos.com.ar).  
Pastor de la Iglesia Presbiteriana San Andrés.
Es director de posgrado del Instituto Teológico Fiet
Profesor del Programa Doctoral Latinoamericano (Prodola)
Profesor adjunto de posgrado de la Universidad Adventista del Plata (Entre Ríos).
Ramos Mejía, 8 de abril de 2014



[1] Emmanuel Levinas, Difícil libertad y otros ensayos sobre judaísmo, Buenos Aires: Lilmod, 2008, p. 63
[2] Alberto F. Roldán, Reino, política y misión, Lima: Puma, 2011, p. 52
[3] Op. Cit., p. 65

CAMINO DE EMÁUS



Comentario Pastoral

RECONOCER A CRISTO EN LA ALEGRÍA DE LA FE


Introducción:

El evangelista San Lucas habla de dos discípulos de Emaús, comentarista solitario de los hechos acaecidos en Jerusalén. Pero cuántos discípulos de Emaús han existido a lo largo de la historia: los caminantes en soledad por las múltiples calzadas de la vida, los pensadores aislados que rumían ilusiones perdidas. Los pesimistas miopes ante los acontecimientos que configuran el misterio de la existencia. Los discípulos de Emaús, de quienes habla el evangelio de este tercer domingo de Pascua, están tristes porque creían muerto a Cristo; muchos cristianos de hoy están tristes a pesar de creerlo vivo y haber proclamado su resurrección en la Noche Santa.

Es un misterio que Dios camine al lado del hombre, sin darse a conocer de entrada. No deja de ser sorprendente que Cristo esté cerca de cada uno en el mismo momento en que se deplora su ausencia. Jesús va de camino con todos.

La tristeza y el pesimismo se esgrime como razón evidente y natural ante las dificultades de la vida y ante los forasteros que se acercan para plantear cuestiones como si viviesen en la utopía o en la luna. Y se manifiestan argumentos que no convencen: “algunas mujeres vinieron diciendo… algunos de los nuestros fueron también al sepulcro… pero a él no le vieron”.

Es verdad que el creyente necesita la explicación de las Escrituras para poder creer lo anunciado, es decir, ver la historia del pasado cumplida en el presente. Cuando se recibe limpiamente la iluminación de la Palabra de Dios se supera la radical necedad y torpeza humana.

La conversación del camino a Emaús se concluye con una invitación a compartir la mesa del atardecer. El compañero todavía desconocido, que había impresionado a los dos discípulos por la autoridad y conocimiento con que hablaba de las Escrituras, bendijo, partió y dio el pan. La Palabra se hizo comida, sacramento, y el amigo hasta entonces visible se hace invisible desde este momento. Los que habían visto sin conocer, ahora conocen sin ver. No son los ojos de la cara, sino los de la fe los que permiten ver resucitado a Cristo.

Se levantaron y desandaron el camino para ir al encuentro de los demás y comunicarles que habían reconocido a Jesús en el gozo de la fracción del pan. Solamente desde la experiencia pascual se puede entender la Palabra que se cumple en la Eucaristía.
      A. Hoy concluimos la jornada de Jesús hacia Jerusalén.
      B. Hoy se cumplen todas las Promesas que habían sido dadas por los profetas.
      C. Hoy comprendemos que en realidad tenemos una Esperanza viva.
      D. Porque hoy vamos a tener un Encuentro con el Salvador Resucitado y nuestros ojos van a ser abiertos y vamos a poder ver claramente.



I. El Contexto: La Cruz
1. Todos sabemos lo que sucedió el viernes.

2. Jesús fue Arrestado, Enjuiciado por Poncio Pilato y sentenciado a Morir en la cruz.

3. Sabemos acerca de su Pasión en el camino hacia el Lugar de la Calavera, Gólgota donde fue crucificado.

4. Jesús tomó el Castigo absoluto de la humanidad. Lo hizo por ti y por mí.

5. El pagó el precio por nuestro pecado. Él tomó nuestro Lugar. El murió para que entonces nosotros podamos tener vida.

6. Sabemos que las mujeres se levantaron el domingo muy temprano en la mañana para terminar con el ritual de la Sepultura del Señor y cuando llegaron a la Tumba algo sucedió.

7. La piedra había sido removida y cuando miraron adentro, El Señor ya no estaba allí, estaba Vacía.

Mientras las mujeres trataban de entender lo que estaba pasando, Jesús se les apareció diciendo: “¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán” (Mateo 28:9-10).



Y eso exactamente lo que ellas hicieron. Fueron donde los discípulos a compartir las “Buenas Nuevas.”

Algunos no lo Creyeron.

Pero Pedro y el discípulo amado (Juan) salieron Corriendo hacia la Tumba para verlo por sí mismos.

Sabemos que se les presentaron Ángeles con vestiduras “resplandecientes. Asustadas, se postraron sobre su rostro, pero ellos les dijeron: ¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? No está aquí; ¡ha resucitado!” (Lucas 24:4—6).




II. El Paseo: En Realidad, Huyamos de Aquí


Estoy seguro de que estos eran tiempos Difíciles para los discípulos.

Algunos de ellos estaban Escondidos, mientras otros decidieron que era el momento para largarse de aquel lugar.

Lucas nos dice que dos de los discípulos salieron del pueblo y se fueron a Emaús (como a 7 millas al noreste de Jerusalén).

No sabemos sus Motivos, pero si sabemos que se fueron de Jerusalén.

Después de enterarse de la Tumba Vacía, entonces se fueron.

Mientras iban de camino a Emaús Hablaban de las cosas que habían acontecido durante los pasados días, inclusive de lo que había sucedido el domingo en la mañana.

Mientras caminaban y hablaban, Lucas nos dice que una Persona misteriosa se les apareció y comenzó a caminar junto a ellos en el camino a Emaús. El acompañante misterioso comienza a preguntarles acerca de su discusión.

Parece que a Lucas le gustó la Reacción de Cleopas: “¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no se ha enterado de todo lo que ha pasado recientemente?” (24:18).

Pero el acompañante misterioso los insta a que contesten. El necesita algunas respuestas. Les Pregunta “¿Qué es lo que ha pasado?”

Entonces ellos le dijeron: “Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron; pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel. Es más, ya hace tres días que sucedió todo esto. También algunas mujeres de nuestro grupo nos dejaron asombrados. 

Esta mañana, muy temprano, fueron al sepulcro pero no hallaron su cuerpo. Cuando volvieron, nos contaron que se les habían aparecido unos ángeles quienes les dijeron que él está vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron” (Lucas 24:19—24).

Yo me imagino que Jesús no pudo Contenerse. Casi puedo ver la expresión de Su rostro: “—¡Qué torpes son ustedes —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria?” (vv. 25—26, NVI).

· ¿En realidad no Entienden?

· ¿No se dan cuenta de que era Necesario de que todas estas cosas acontecieran?

· Jesús les dice que era necesario:
     a) que el Mesías Sufriera para traer redención, salvación al mundo. 

     b) Que el fue Herido por nuestras rebeliones/transgresiones.

     c) Molido por nuestras iniquidades/pecados.

     d. Y por su Llaga fuimos nosotros curados.



III. La Revelación: Jesús Vive


Yo puedo ver la Sorpresa en el rostro de los dos discípulos.

Estoy seguro que se preguntaban: ¿Quién es este tipo? ¿Cómo sabe todo eso? ¿De donde sacó la información? Estoy seguro que estaban confundidos.

De hecho, les gustó tanto lo que estaba hablando su acompañante que, sin darse cuenta, Llegaron a Emaús.

Mientras entraban en la ciudad, el acompañante misterioso siguió su jornada. Pero ellos le detuvieron y le pidieron que se quedara con ellos esa noche.

El Acompañante misterioso accede a quedarse con ellos y entra a la casa junto a ellos. Y aquí es que comienza lo interesante.

En algún momento durante la cena, Jesús toma el control.

Yo estoy seguro de que los pobres discípulos estaban Preguntándose ¿Qué está pasando aquí…? Y todas sus preguntas habrían de ser contestadas en unos momento.

Lucas nos dice que Jesús Tomó el pan y dio gracias, lo Partió y le dio a cada uno de ellos.

Inmediatamente, sus ojos fueron Abiertos y ellos pudieron reconocer al Acompañante Misteriosos.


Era Jesús. El Señor Resucitado.


Y en ese mismo momento, Jesús se Desvaneció ante sus ojos.

En las últimas semanas hemos estado hablando de cómo, a veces, estamos ciegos y necesitamos un toque de Jesús para que nuestros ojos sean abiertos. Para poder ver a Jesús y podamos apreciar Su Grandeza, Su Majestad, Su Gloria.

Lucas va más allá. Lucas toma este concepto y nos dice que cuando nuestros ojos son abiertos, entonces nosotros tenemos que Reaccionar.

Como los discípulos: Sus ojos fueron Abiertos, Reconocieron a Jesús, e inmediatamente fueron movidos a la Acción como resultado directo de su encuentro con el Salvador.

Lucas nos dice que en aquel mismo instante, se levantaron y lo dejaron todo atrás y regresaron a Jerusalén para compartir las buenas noticias.

Conclusión:


Esa es la única forma en que nosotros debemos responder a las noticias de la Resurrección.

Debemos responder como respondieron los discípulos.

Sus ojos fueron abiertos. Sus corazones fueron abiertos. Sus vidas estaban abiertas al Señorío y la Majestad del Salvador Resucitado, de Jesús.

Y respondieron de la única forma posible: Fueron Movidos a la Acción y compartieron las buenas nuevas: Él ha Resucitado. Gloria Aleluya. Él Ha Resucitado.

SOLI DEO GLORIA
REV. RUBEN DARIO DAZA

lunes, 28 de abril de 2014

JESUCRISTO NUESTRA PROPICIACIÓN



Jesucristo es el precio por nuestros pecados

Dios es amor y la más grande manifestación de Su naturaleza de amor fue entregar [1] a Su propio hijo para pagar el precio por nuestros pecados para que nosotros podamos acceder a un tipo de vida que de no ser que nos la regaló [2]  jamás hubiésemos tenido.

1 Juan 4:8-10:
8 El que no ama, no ha conocido a Dios [¿por qué será esto así?];
porque Dios es amor. 9 En esto se mostró el amor de Dios para con
nosotros [a ver en qué…], en que Dios envió a su Hijo unigénito al
mundo [¿para qué?], para que vivamos por él. 10 En esto consiste
el amor [veamos en qué consiste este tipo sublime de amor]: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a
nosotros, y envió a su Hijo en propiciación [hilasmos]
por nuestros pecados.

La palabra propiciación en griego es la palabra “hilasmos” y según Thayer significa una satisfacción o el medio de satisfacción. Es como cuando dos personas se pelean porque una ofende a la otra. La parte ofendida demanda de la otra una satisfacción o desagravio o reparación por la ofensa cometida. En nuestro caso la ofensa la cometió Adán contra Dios y fue el “mismo ofendido” Creador de los cielos y de la Tierra que proveyó un medio de satisfacción para que el hombre se reconcilie con Él. Ese medio o pago o reparación es nuestro maravilloso Señor redentor. Él mismo es la propiciación.


1 Juan 2:2:
Y él es la propiciación [hilasmos] por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

La palabra “hilasmos” (del gr. Misericordioso, propicio), significa una expiación, un medio por el cual el pecado es cubierto y remitido. Se utiliza en el Nuevo Testamento del mismo Cristo como “[la] propiciación” significando que Él mismo, por medio del sacrificio expiatorio de Su Muerte, es el medio Personal por el cual Dios muestra misericordia al pecador que cree en Cristo como Aquel que ha sido dado como tal provisión. Nuestro hermoso Señor es el medio personal por el cual Dios muestra sin lugar a duda alguna Su misericordia a quien cree en el nombre de Jesús como pago satisfactorio y completo. Jesús fue una provisión amorosa de Dios para todo el mundo.

Juan 3:16-18:

v.16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
v.17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. v.18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.


La muerte sustitutiva de Jesús fue un pago expiatorio, propiciatorio, satisfactorio y completo de la deuda en nuestra contra.

La palabra hebrea que es equivalente a la palabra hilasmos es pariente de la palabra KIPPUR y es traducida expiación o propiciación. De esta palabra Mickelson dice que tiene una raíz que significa: satisfacción, apaciguar, condonar, perdonar, ser misericordioso, pacificar, purgar, reconciliar.

Había un día al año para que el Sumo Sacerdote hiciera la expiación de los pecados propios y del pueblo. Esto era tan importante para Dios que da sumo detalle de cómo había que hacerlo, cuándo, quiénes y qué ropa debía vestir el Sacerdote. No todas las veces que aparecen las palabras “expiación” y “propiciación” son la traducción de KIPPUR pero en todos los casos las palabras o conceptos están relacionados con reconciliación o satisfacción.



Levítico 16:2, 3, 6, 9, 10, 11, 13-25, 27-34:

v.2 Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo
tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio
que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en
la nube sobre el propiciatorio. 3 Con esto entrará Aarón en el
santuario: con un becerro para expiación, y un carnero para
holocausto.  
v. 6 Y hará traer Aarón el becerro de la expiación que es suyo, y hará
la reconciliación por sí y por su casa.

Aunque temporal, este carnero era el pago satisfactorio.



 v.9 Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Jehová, y lo ofrecerá en expiación. v.10 Mas el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Azazel, lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto. v.11 Y hará traer Aarón el becerro que era para expiación suya, y hará la reconciliación por sí y por su casa, y degollará en expiación el becerro que es suyo.


Cuando uno lee estos registros del Antiguo Testamento tiene que recordar que estos actos son la sombra, son sacrificios temporarios de lo que iba a venir que fue un solo sacrificio definitivo que satisfizo la justicia de Dios dentro de los confines de Su amor.


v.13 Y pondrá el perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube
del perfume cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio,
para que no muera. v.14 Tomará luego de la sangre del becerro, y la
rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el
propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre.
v.15 Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado
del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la
sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el
propiciatorio y delante del propiciatorio. v.16 Así purificará el
santuario, a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus
rebeliones y de todos sus pecados; de la misma manera hará
también al tabernáculo de reunión, el cual reside entre ellos en
medio de sus impurezas.

Antes de continuar nuestra lectura de este registro de Escritura; observe la cantidad de detalles que Jehová nos provee de esta ofrenda. Además observe que para hacer expiación tiene que haber, necesariamente, sangre.


v.17 Ningún hombre estará en el tabernáculo de reunión cuando él
entre a hacer la expiación en el santuario, hasta que él salga, y haya
hecho la expiación por sí, por su casa y por toda la congregación de
Israel. v.18 Y saldrá al altar que está delante de Jehová, y lo expiará,
y tomará de la sangre del becerro y de la sangre del macho cabrío,
y la pondrá sobre los cuernos del altar alrededor. v.19 Y esparcirá
sobre él de la sangre con su dedo siete veces, y lo limpiará, y lo
santificará de las inmundicias de los hijos de Israel. v.20 Cuando
hubiere acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y
el altar, hará traer el macho cabrío vivo; v.21 y pondrá Aarón sus dos
manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él
todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y
todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho
cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado
para esto. v.22 Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las
iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío
por el desierto. v.23 Después vendrá Aarón al tabernáculo de reunión,
y se quitará las vestiduras de lino que había vestido para entrar en
el santuario, y las pondrá allí. v.24 Lavará luego su cuerpo con agua
en el lugar del santuario, y después de ponerse sus vestidos saldrá,
y hará su holocausto, y el holocausto del pueblo, y hará la expiación 
Jesucristo es el precio por nuestros pecados por sí y por el pueblo.
v.25 Y quemará en el altar la grosura del sacrificio por el pecado.

Los animales ofrecidos “desaparecían” totalmente, sus cuerpos físicos quedaban consumidos sobre el altar. Cuando terminaba la ceremonia no quedaba nada de ellos. Igual que ocurrió con Cristo, nuestra Pascua que ya fue sacrificada por nosotros.

v. 27 Y sacarán fuera del campamento el becerro y el macho cabrío
inmolados por el pecado, cuya sangre fue llevada al santuario para
hacer la expiación; y quemarán en el fuego su piel, su carne y su
estiércol. 28 El que los quemare lavará sus vestidos, lavará también
su cuerpo con agua, y después podrá entrar en el campamento. 29
Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez
días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el
natural ni el extranjero que mora entre vosotros. 30 Porque en este
día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos
vuestros pecados delante de Jehová. 31 Día de reposo es para
vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo.
v.32 Hará la expiación el sacerdote que fuere ungido y consagrado
para ser sacerdote en lugar de su padre; y se vestirá las vestiduras de lino,
las vestiduras sagradas. v.33 Y hará la expiación por el santuario
santo, y el tabernáculo de reunión; también hará expiación por el
altar, por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación.
v.34 Y esto tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una
vez al año por todos los pecados de Israel. Y Moisés lo hizo como
Jehová le mandó.

¡Cuánto detalle! Emociona tener un Padre celestial como el nuestro que pensó cada cosa para que confrontados con el sacrificio sustitutivo y final de Cristo entendamos completamente Su corazón reconciliador para todos nosotros. Cuando sea que usted vea lo que hizo el Señor Jesucristo entenderá que aquí hay un simbolismo de lo que repetían anualmente que Jesucristo hizo una vez y para siempre. Sin embargo esa perpetuidad (Y esto tendréis como estatuto perpetuo…) tuvo un final: Cristo quien fue el fin de la Ley. [3]




El Antiguo Testamento es el Nuevo Testamento escondido y el Nuevo Testamento es el Antiguo Testamento revelado.


Levítico 23:27 y 28:

v.27 A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. 28 Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

En ese día el Sumo Sacerdote sacrificaba un becerro y un carnero y llevaba la sangre dentro del lugar Santísimo para hacer el ajuste o expiación por los pecados de Israel. Los animales eran ofrecidos en sustitución de las personas y entregados a la muerte para reconciliación temporal [4] de los hombres con Dios. Eran como “para salir del paso” mientras llegara el Mesías.

Hebreos 9:11 y 12:

11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes
venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho
de manos, es decir, no de esta creación, 12 y no por sangre de
machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una
vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna
redención.



Los sacrificios de Israel eran un paliativo hasta que llegara aquel sacrificio que aquellos antiguos tipificaban. Esto hacían hasta que llegara Mesías. El sacrificio sustitutivo de Jesucristo fue una vez y para siempre. Él es llamado el cordero de Dios pero no era un cordero literal. Nuestro “reemplazo” o sustituto era un hombre en todo igual al hombre que había pecado y a nosotros sus hermanos.

Hebreos 2:17:

Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.

¡Qué hermoso! Jesús era Sumo Sacerdote y a la vez ofrenda sustitutiva por nosotros por eso pudo expiar completamente de una vez y para siempre los pecados del pueblo. Los sacerdotes del Antiguo Testamento entraban una y otra vez por ellos mismos y por su pueblo. Ellos hacían la sustitución y Dios lo aceptaba como que fuera la misma gente que lo hiciera delante de Él. Eso hacían una y otra y otra vez. No fue ese el caso con Jesucristo.

Hebreos 9:24-26:

24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del
verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por
nosotros ante Dios; 25 y no para ofrecerse muchas veces, como
entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre
ajena. 26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas
veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación
de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio
de sí mismo para quitar de en medio el pecado.

Entre otras enormes diferencias la ofrenda de sí de nuestro Sumo Sacerdote no cubría tan solo por los pecados sino que los quitó del medio. Por eso no hay más enemistad entre Dios y los hombres.

Hebreos 10:8-14:

8 Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones
por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se
ofrecen según la ley), 9 y diciendo luego: He aquí que vengo, oh
Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto
último. 10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda
del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y
ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden
quitar los pecados; 12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para
siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la
diestra de Dios, 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus
enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 14 porque con una
sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

Esto es algo que ningún animal hubiese podido lograr sin importar quien pudiera ser el sacerdote que lo ofreciera. Jesucristo acabó totalmente con el efecto del pecado en la humanidad. Todo hecho en términos de justicia y amor de Dios. No quedó nada sin hacerse, no es necesario hacer nada más. No hay ninguna deuda pendiente.

Romanos 3:24-26:

24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su
justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los
pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su
justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la
fe de Jesús.

Dios tuvo paciencia y pasó por alto los pecados pasados. Lo hizo pues tenía en la mira el manifestar Su justicia de manera completa y permanente. Por eso puso a Cristo Jesús como propiciación. Esta palabra se usa también en Hebreos. Recordemos que Jesucristo era la ofrenda y a la vez el Sumo Sacerdote, fue además el trono de misericordia o propiciatorio. Él cumplió la Ley acabadamente, hizo el pago con su vida y así logró reconciliación por siempre. Jesucristo vino a ser nuestro trono de misericordia y nuestro lugar de expiación y propiciación. Jesucristo es el precio por nuestros pecados

Éxodo 25:21 y 22:

21 Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás
el testimonio que yo te daré. 22 Y de allí me declararé a ti, y hablaré
contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que
están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para
los hijos de Israel.

En el Antiguo Testamento el trono de Dios era representado como estando por encima del propiciatorio. Desde aquí es donde Dios se declara y manifiesta al hombre. Solamente el Sumo Sacerdote tenía acceso a este sitio y podía acceder solamente una vez al año. Cuando ocurría esto era necesario que llevara consigo la sangre de los animales sacrificados. El único acceso a Su Presencia era a través de un sacrificio con sangre. Este ritual se realizaba el día de la Expiación y anticipaba la venida de aquel único que cumpliría el necesario sacrificio tras el cual no iba a haber más necesidad de seguir ofreciendo. Jesucristo cumplió aquella Ley y ha venido a ser el trono de misericordia. Él ha hecho disponible la perfecta comunión con Dios por eso podemos entrar con confianza a la presencia misma de Dios porque él hizo un trabajo perfecto de redención.

Hebreos 4:16:

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Nuestro acceso al trono de gracia es con confianza pues el “peaje” fue pagado con la sangre del precioso cordero de Dios que ha quitado de una vez y para siempre el pecado del mundo. Israel miraba hacia adelante, a la llegada del Mesías. Sus pecados eran cubiertos hasta que se saldase el total de la deuda. Nosotros miramos atrás al momento que la deuda nos fue saldada. El pecado ya fue quitado de la ecuación. Ya no somos deudores. El pecado de Adán no fue cubierto para nosotros sino limpiado, quitado. Esta verdad fundamental ya fue anunciada por Jehová en el Antiguo Testamento.

Isaías 53:1-5:

v.1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha
manifestado el brazo de Jehová? 2 Subirá cual renuevo delante de
él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le
veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. 3 Despreciado y
desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en
quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos.

Es monumental el amor de Dios y del Señor Jesucristo manifestado vívidamente en los logros de su ofrecimiento por nosotros. No solamente Jesucristo es el precio por nuestros pecados fue hecho pecado por nosotros sino que la Palabra también declara que él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores.

v.4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros
dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y
abatido. 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su
llaga fuimos nosotros curados.

Fue su castigo lo que proporcionó nuestra paz y fue su llaga mediante la cual fuimos (tiempo pasadísimo) curados.

Lucas 22:44:

Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como
grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

Agonía tiene que referirse a la intensa presión mental, pues al momento que ocurrió esto aún no había sido tomado para ser torturado. Wierwille [5] dice acerca de las gotas como de sangre que transpiraba Jesús al momento previo de ser entregado en manos de los nefarios que lo llevaron al Gólgota: La palabra “sangre” representa la vida que Jesús derramó en su oración. De aquí que esta figura Símil enfatiza la intensidad con la que Jesús oraba. No había otra manera de solucionar el problema gravísimo del hombre y su enemistad contra Dios. Así que el redentor se negó a sí mismo y ejerció el acto humano de amor y entrega más grande que persona alguna haya hecho jamás por otro.

Romanos 5:6-8:

6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por
los impíos. 7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con
todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. 8 Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros.

Fíjese que junto a pecadores dice: nosotros. Cristo murió por los impíos.

Hebreos 5:7-9:

7 Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con
gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a
causa de su temor reverente. 8 Y aunque era Hijo, por lo que
padeció aprendió la obediencia; 9 y habiendo sido perfeccionado,
vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.

Jesús aprendió a disciplinar su mente para hacer la voluntad de Dios en todas las situaciones y circunstancias aún frente a su propia horrible muerte. Tres veces [6]  le pidió a Dios que si hubiera una manera diferente de solucionar el gravísimo problema que Adán había transmitido en su progenie se la proveyera. Pero, muy evidentemente, no la había y él aceptó ser el pago. El Señor Jesucristo no hizo el pago. El pago lo hizo Dios. El Señor Jesucristo fue el pago. Dios estuvo con él en Getsemani y estuvo con él cuando estuvo colgado al madero. Fueron uno en propósito para lograr nuestra liberación.

Hebreos 12:1:

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado
que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos
por delante.

El pecado fue quitado legalmente de nuestro camino. Nosotros tenemos que quitarlo de manera práctica haciendo la voluntad de Dios.

Recuerde que los logros de Jesucristo superan en calidad y duración a los efectos del pecado de Adán. Correr la carrera de la fe [7]  es la parte práctica del andar. El pecado original y sus consecuencias ya fueron aniquilados por el sacrificio de Jesucristo. Ahora nos toca no dejarnos detener por él. Por eso nos despojamos de todo el peso y del pecado que nos asedia.

En virtud de la entrega [8] que hizo Adán de sus derechos dados por Dios, ahora es el Diablo quien tiene poder y autoridad. Este ente de suma maldad es quien tiene el dominio sobre las cosas del mundo que se oponen a los deseos de nuestro querido Dios. Todas las cosas en el mundo están básicamente organizadas de tal manera que nos sea fácil inclinarnos a desobedecer a Dios. Por eso en ocasiones se hace muy cuesta arriba hacer la voluntad de Dios, ¿Cómo hacemos para no permitirle al pecado que nos gane la partida?

Hebreos 12:2 y 3:

v.2 Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual
por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Esto es lo que hacemos para correr y ganar la carrera de la fe que está puesta delante de nosotros. Ponemos y dejamos los ojos puestos en Jesús imitándolo en su andar. Él quitó la vista de la circunstancia y la clavó en el objetivo. ¡Usted y yo fuimos su objetivo! El oprobio existió pero él decidió desmerecerlo, menospreciarlo. Eso hacemos nosotros para obtener nuestros triunfos sin desmayar.


Cristo nos consideró a nosotros, ahora nosotros lo consideramos a él


v.3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores
contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta
desmayar.

La única posibilidad por la que podamos considerarlo a Jesús es que él era como somos nosotros. Si él hubiese sido una deidad, ni usted ni yo podríamos considerar sus acciones creyentes para lograr el objetivo común de obedecerlo a Dios. Así como él fijó su vista en Dios y la promesa de vida por siempre en la resurrección, nosotros ponemos nuestra vista en él, el autor y consumador de la fe.

Es para nuestro mayor bien desenfocarnos, menospreciar lo que nos obstruye y justipreciar el efecto benéfico de la acción creyente de Cristo en nosotros. Cuando comparamos cualesquiera sean nuestras circunstancias con las suyas, entonces las nuestras se vuelven leves tomando la correcta proporción que verdaderamente tienen a la luz de sus logros.

Efesios 2:14-16:

14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno,
derribando la pared intermedia de separación, 15 aboliendo en su
carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en
ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo
hombre, haciendo la paz.

Tanto Israel como los gentiles ahora son un nuevo hombre y tienen paz entre ellos. En su ofrecerse Jesucristo hizo que ambos pueblos, devenidos en sólo uno también tengan paz con Dios.

v.16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo
cuerpo, matando en ella las enemistades.

Romanos 5:1:

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo.

¡Mire que salvador que tenemos! Mediante su ofrecimiento sobre el madero logró paz entre Israel y los gentiles haciéndolos un nuevo hombre y permitió que ese nuevo hombre, a su vez, tenga paz con Dios. ¡Qué completo salvador!

Él cargó con la causa que obstruyó por miles de años la íntima y amorosa relación que Dios diseñó para tener con Su creación. Cargó con nuestros miedos, preocupaciones, presiones y ansiedades y ahora podemos disfrutar paz.

Efesios 4:8:

Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio
dones a los hombres.

Ya no hay cautividades que podamos llevar. Si usted ve una cautividad usted tiene que estar equivocado pues ha sido llevada por Jesús en lugar suyo. No está más sobre la superficie terrestre, está solamente en su mente.

1 Pedro 2:24:

Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Observe que él llevó. No dice lleva ni dice llevará. Llevó, tiempo pasado, nuestros pecados. Cuando usted carga con sus pecados (en lugar de despojarse de ellos confesándoselos a Dios) es como que estuviera diciéndole: “gracias, no hace falta, yo me encargo…” ¿Lo ve? Usted estaría despreciando la acción amorosa y obediente de Jesús a favor suyo. Esta acción fue hecha hace unos dos mil años atrás. Deje sus pecados ahí. No los traiga al presente, no repudie la gracia de Dios.

Gálatas 3:13:

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un
madero)

De entre todos los seres humanos que ha habido en la humanidad, si hubiera que señalar a uno bendito sobre todos, ese sería sin lugar a dudas nuestro amado Señor. Sin embargo aquí dice que fue hecho en lugar nuestro, sustitutivamente hablando, maldición. La maldición de la Ley es la enfermedad y la “enfermedad terminal” que es la muerte.

Deuteronomio 28: 15 y 61:

v.15 Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para
procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te
intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te
alcanzarán. Jesucristo es el precio por nuestros pecados

v.61 Asimismo toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en
el libro de esta ley, Jehová la enviará sobre ti, hasta que seas
destruido.

La primera GRAN aclaración que es debida aquí es que la forma de expresarse en este registro es la forma que tenían los orientales de hablar atribuyéndole a Jehová estos males que son lejanísimos a Su naturaleza. Todos los males provienen del archi-enemigo de Dios, el Diablo. Nada malo proviene de Dios nuestro querido Padre celestial [9]. En cualquier caso no obedecer la voz de Jehová los ponía “fuera del paraguas de protección” de Dios. Por eso, de alejarse ellos, el amoroso Creador les dice lo que les podía pasar. Pues bien: Jesucristo nos redimió de esta maldición cargándola en su cruz [10]. Esa cruz era TODO lo que nos era contrario sin excepción. Pecados, enfermedad, culpa, miedo, debilidad, inquietud… Si usted tuviera que cargar con parte de aquella cruz que él cargó, entonces para usted Jesucristo no es un completo salvador. Es decir su ofrecimiento sustitutivo por usted es menospreciado a su miope parecer y el efecto del pecado de Adán, también en su miope parecer, es magnificado. Usted decide.

Isaías 53:6-8:

v.6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos
nosotros.

¡Mucha atención a este detalle! No fueron los soldados romanos, ni los malvados líderes religiosos enfureciendo a la turba enardecida, sino Dios quien cargó sobre él nuestros pecados logrando nuestra redención y sanidad para nuestras vidas.

v.7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue
llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca. 8 Por cárcel y por juicio fue quitado;
y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra
de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.

Hay más en Isaías.

Isaías 53:10 y 11:

v.10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a
padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el
pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová  
será en su mano prosperada. 11 Verá el fruto de la aflicción de su
alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo
justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.

Estos versículos expresan en tiempo futuro lo que para nosotros es tiempo pasado. Esto, que al momento de serle revelado a Isaías iba a ocurrir, ocurrió. Fue quebrantado y sujetado a padecimiento, puso su vida en expiación por el pecado, está viendo linaje, está viviendo por largos días y la voluntad de Jehová está siendo prosperada en su mano. Hoy
disfruta del fruto de la aflicción de su alma pues llevó las iniquidades de todos nosotros.

¡Qué redentor nos ha sido provisto de la amorosa mano de nuestro misericordioso Dios y Padre celestial!

Autor: Eduardo Di Noto - Ediciones de la Palabra de Dios sobre el mundo©
Editor del Texto: Rev. Ruben Dario Daza

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[1] Juan 3:16
[2]  Efesios 2:5 y 8
[3] Romanos 10:4
[4] Temporal pues no ofrecían un sacrificio que valiera de una vez y para siempre como fue en el caso con Jesús.
[5] Wierwille, Victor Paul, Jesus Christ Our Passover American Christian Press. New Knoxville, Oh. EEUUA Pág. 1981.
141 - Esto dice en una explicación de Lucas 22:44
[6] Mateo 26:44
[7] Todo el capítulo Once habla de los grandes ejemplos de fe de la Biblia. Esos grandes creyentes son la nube de testigos.
[8]  La entrega fue legal aunque de dudosa moralidad.
[9] Puede descargar las Enseñanzas de la Clase Dios es Bueno.
[10] Fue Simón de Cirene quien cargó el injusto madero y fue Jesús quien cargó nuestros pecados no la “cruz física”.

[11] La Santa Biblia Antiguo y Nuevo Testamentos, Antigua Versión de Casiodoro de Reina (1569) Revisada por Cipriano de Valera (1602) Revisión de 1960. Sociedades Bíblicas Unidas, 1993.

SOLI DEO GLORIA!!!